viernes, 31 de julio de 2015

LA INVASION DE ESTADOS UNIDOS A MEXICO 2 DE 2

Simultáneamente, tropas estadounidenses al mando del general Zachary Taylor avanzaron hacia la desembocadura del río Bravo, que Texas consideraba su frontera meridional.
México, que reclamaba como auténtica frontera el río Nueces ,al noreste de río Bravo, consideró la maniobra del ejército de Taylor como un acto de agresión, por lo que en abril de 1846 envió tropas hacia esa zona.
A su vez, el presidente Polk afirmó que el avance mexicano era una invasión del territorio de Estados Unidos y presionó en el Congreso, que declaró formalmente la guerra a México el 13 de mayo de 1846. México, por su parte, hizo el 7 de julio de 1846 su propia declaración de guerra.

El plan de la campaña militar estadounidense constaba de tres objetivos: la invasión del norte de México llevada a cabo por Taylor; la ocupación de Nuevo México y California, por tropas al mando del coronel Stephen Watts Kearny; y por último, el bloqueo de las costas mexicanas.
Incluso antes de que se declarara oficialmente la guerra, Taylor ya había derrotado a los mexicanos en las batallas de Palo Alto (8 de mayo de 1846) y Resaca de la Palma (9 de mayo), obligándoles a retroceder hacia el río Bravo; sólo entonces se adentró en México, ocupó Matamoros (en Tamaulipas) el 18 de mayo, conquistó Monterrey (24 de septiembre) y se enfrentó a las fuerzas mexicanas, al mando del general y presidente Antonio López de Santa Anna, en la tenazmente disputada batalla de Buena Vista (22 y 23 de febrero de 1847).
Kearny ocupó lo que hoy es Nuevo México, e, internándose en California, participó en la conquista de ese territorio. Bajo el mando del comodoro John Drake Sloat y del capitán John Charles Frémont, California ya había declarado su independencia de México, siendo declarado en julio de 1846 territorio de Estados Unidos.
A pesar de estas victorias estadounidenses y del éxito del bloqueo, México se negó a reconocer su derrota, por lo que Estados Unidos decidió enviar una expedición militar para conquistar la capital mexicana y poner así fin a la guerra.
Tras un prolongado y cruento cañoneo de la ciudad, las tropas estadounidenses al mando del general Winfield Scott, que había desembarcado el 9 de febrero con 13.000 hombres, conquistaron Veracruz (29 de marzo de 1847) y derrotaron a los mexicanos —que al mando del general Santa Anna le esperaban— en Cerro Gordo, y posteriormente en Contreras y Churubusco.
Más tarde, ocuparon Casa Mata y Molino del Rey; y, a continuación, tomaron al asalto el castillo situado en el cerro de Chapultepec —a pesar de la tenaz resistencia de los cadetes del Colegio Militar, popularmente conocidos como los Niños Héroes—, ruta de acceso a la ciudad de México, que cayó el 14 de septiembre de 1847.
Sin un gobierno estable, el país entero corría el riezgo de desaparecer, ya que gran parte de su territorio, estaba ocupado por los invasores. Por fortuna, los britänicos intervinieron y convencieron al gobierno estadounidense para negociar la paz.
El Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado el 2 de febrero de 1848, restableció la paz, que supuso para México, la pérdida de más de la mitad de su territorio original.
El río Bravo, se convirtió en la frontera meridional de Texas, mientras que California y Nuevo México, fueron cedidos a Estados Unidos.
En contrapartida, Estados Unidos desembolsó a México, la suma de 15 millones de dólares, pagaderos en cinco plazos anuales, y se comprometió a solucionar todas las reclamaciones de sus ciudadanos contra México, que superaban los 3,5 millones de dólares.
La guerra con Estados Unidos supuso para México, la pérdida de más del 55% de su territorio (2.400.000 km2), en tanto que Estados Unidos, cumpliendo con la doctrina del destino manifiesto, proclamada por John L. Sullivan en 1845, se anexó tierras de enormes riquezas agrícolas, mineras y petroleras, puertos excelentes y logró una dominante situación estratégica y geopolítica mundial.
En una época de graves convulsiones internas, de predominio conservador, clerical y centralista, la invasión estadounidense, y su entrada en la capital un 14 de septiembre, marcó el punto más bajo en la moral nacional mexicana.

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